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¿Eres agresivo al volante? Descubre por qué y cómo evitarlo

  • Full Cars Peru
  • 11 jul 2016
  • 4 Min. de lectura

Ocurre todos los días, en todas las carreteras: ante el clásico auto que circula por el carril izquierdo a una velocidad que no nos parece la adecuada, activamos las largas como si le mandáramos un mensaje en morse y nos pegamos a su maletero como si nos lo fuéramos a comer. También sucede en ciudad: basta que el conductor de delante tarde en arrancar cuando el semáforo se pone en verde para que empecemos a darle manotazos al claxon. No, no hace falta ser un energúmeno para perder alguna vez los estribos al volante. La cuestión es: ¿qué es lo que hace que ciudadanos educados y comedidos se alteren de ese modo?

Es llamativo que el resto del tiempo —fuera del auto— nos comportamos como perfectos caballeros. Cuando nos disponemos a entrar en un ascensor, los “usted primero” se suceden hasta el aburrimiento. Pero en auto… en auto que no nos adelante nadie. Conducir puede ser una experiencia verdaderamente placentera, y sin embargo la pasamos cabreados gran parte del tiempo. Obviamente, los atascos no son culpa nuestra, pero contar con que en horas punta las calles van a estar a disposición de nuestro fluido estilo de conducción es del todo irreal.

Según los expertos, la principal causa de nuestra transformación al volante es el estrés. Pero el estrés aparece en otras ocasiones a lo largo del día, y no perdemos los modales. En el auto es diferente porque este nos sirve de caparazón. Esto ocurre porque el auto es uno de los lugares donde te encuentras más seguro. Al sentirte protegido, te ves invulnerable, y cuando alguien altera lo que consideras tu espacio vital, salta la chispa. De lo cual se desprenden dos cosas: la primera, que cuando le ceden el paso en el ascensor en realidad no desearían cedérselo, y si lo hacen es porque no tienen un armazón de hierro en el que escudarse para poder impedírselo. La segunda, que en el fondo somos un poco cobardes. Si sólo nos atrevemos a desafiar las más elementales normas de convivencia cuando estamos a bordo de nuestro auto es porque tenemos la sensación de que allí dentro es bastante poco probable que alguien pueda partirnos la cara.

Cuando estamos en grupo las conductas son más arriesgadas, porque el grupo nos confiere cierto camuflaje y nuestra personalidad se diluye en él. Aquí pasa lo mismo. El vehículo nos da cierta cobertura. Lo vemos todos los días: dos autos que se están picando pero ninguno de sus conductores se baja, porque perderían esa cobertura. El auto es fuerte, nos protege.

El auto, nuestro reino

Muchos de estos estallidos de violencia responden a la idea de que el auto es algo más que un medio de transporte; cuando salimos al asfalto, el auto y nosotros somos uno. Es también un preciado bien del que nos sentimos orgullosos. Es como nuestra casa, nunca nos comportamos en sociedad como nos comportamos en casa. La casa es nuestro territorio; el ser humano es muy territorial y el auto forma parte de nuestro territorio: es nuestro reino, podemos hacer en él lo que queramos. Con la temperatura a nuestro gusto, nuestra música favorita y ante la perspectiva de lucirnos al volante, el auto es un símbolo de libertad. De ahí que reaccionemos con violencia cuando otro conductor osa obstaculizar nuestra ansiada autonomía.

A esto se suma que los comportamientos agresivos no siempre están mal vistos en la actualidad. La sociedad es agresiva, por ejemplo, un vendedor tiene que ser agresivo. Es una palabra peyorativa en todos sus órdenes, pero a veces le damos esa connotación positiva. Por otra parte, si queremos salir los primeros en el semáforo y nos disgusta que otro nos adelante en carretera es porque se nos ha educado para ganar. Desde pequeños la competitividad está en nuestra vida. Las notas del colegio son competitivas. Nuestra sociedad de consumo es competitiva y nos exige que lo seamos.

En consecuencia, no es tan raro que algunos aprovechen las situaciones de tensión que genera el auto para evadirse y desahogarse de sus frustraciones igual que otros hacen en el estadio de fútbol. Por supuesto, no todas las reacciones airadas son iguales. Los expertos las tienen bien catalogadas: acosar al auto de delante, dedicarle una ráfaga de fogonazos, hacer gestos de mal gusto, proferir insultos, obstruir deliberadamente al otro vehículo, bajarse del auto buscando el “cuerpo a cuerpo”… Mientras cualquiera es capaz de aplicar una sinfonía de pitidos y un improperio, los últimos grados de la escala son exclusivos de gente agresiva no solo en la conducción, sino en cualquier área de su vida, son personas con poca tolerancia a la frustración y bastante impulsivas. Salvo personas que respondan así por el nivel de estrés que están soportando o una situación laboral determinada, por regla general quienes reaccionan de ese modo lo hacen porque es una constante en sus vidas.

Ellos, más agresivos que ellas

Un análisis de campo probablemente determinaría que los hombres son más propensos a exhibir la ira al volante que las mujeres. En nuestra cultura, fuerza, poder y agresión están asociados con masculinidad, de manera indirecta, la publicidad que acompaña la venta de autos lleva detrás ese mensaje de masculinidad que los hombres asumen casi sin darse cuenta. La mujer respeta más las normas y cuando muestra su enfado es porque el otro conductor no respeta tanto las normas como ella. Su ira es, por consiguiente, más justificada y además no violenta. En los hombres es más habitual el perfil agresivo del que presiona a otros conductores.

Cómo reducir el estrés

Los gritos y los insultos al volante son, por lo demás, totalmente infructuosos. Solo unas pocas veces un toque de claxon a tiempo sirve para que un conductor adormilado se desperece. Por tanto, ¿se pueden evitar? A continuación unas pautas para reducir el estrés al volante:

- Tratar de modificar nuestros horarios (para prevenir atascos).

- Mejorar el confort en el auto (regulando la temperatura o poniendo música relajante).

- Destensar la postura (haga el favor de dejar de clavar las uñas en el volante).

- Evitar coger el auto cuando estamos de mal humor o muy cansados.

Resulta primordial aceptar que el atasco por el tráfico se va a producir y estar preparado para ello. Si te mentalizas, el día que haya atasco, pensarás que es lo normal. Cuando no lo tengas, pues fenomenal. Poniéndonos en lo peor, seguro que el trayecto es siempre más agradable de lo que esperábamos.


 
 
 
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